domingo, 26 de junio de 2011

ANTEPROYECTO DE RESTAURACIÓN ECOLÓGICA DE UN ÁREA INCENDIADA EN SIERRA CABRERA (TÉRMINO MUNICIPAL DE TURRE - ALMERÍA)

Guillermo Barragán Alarcón
Rafael Alonso Barrau
Rubén Zafra Ramírez
Fabián Hernández Martínez






ÍNDICE:



          1º) Introducción                                                                        2

          2º) Estudio del área de trabajo                                                2
                   2.1 Localización geográfica                                           2
                   2.2 Clima                                                                          3
                   2.3 Geología                                                                    5
                   2.4 Red hidrográfica, topografía y usos del suelo       8
          2.5 Edafología                                                                           11
          2.6 Pisos bioclimáticos y vegetación                                       12
                   2.7 Fauna                                                                         15
                   2.8 Ambientes ecológicos. Interrelaciones                   16

          3º) Interés de restauración                                                       16

          4º) Objetivos                                                                               17

          5º) Normativa                                                                             18
          5.1 Comunitaria                                                                          18
          5.2 Estatal                                                                                    18
          5.3 Autonómica                                                                           20
          6º) Actuaciones propuestas                                                        20
                   6.1 Cuestiones previas y alternativas                                  21
          6.2 Ejecución de las actuaciones                                                23
          6.3 Temporalización                                                                    28

          7º) Seguimiento y control                                                           29

          8º) Anexo sobre las labores de plantación y siembra               29

          9º) Bibliografía                                                                             34









1º) INTRODUCCIÓN

            Sierra Cabrera constituye una alineación montañosa de dirección aproximada ENE - WSW, que se sitúa en el Levante de la provincia de Almería, y que alcanza una altitud de 960 m en el Cerro Mezquita. Es en realidad la continuación hacia el Este de Sierra Alhamilla, que toma el nombre de Cabrera desde Peñas Negras, donde la Rambla de los Feos cruza la cadena montañosa.

             Al Norte de la sierra se extienden la depresión de Vera - Garrucha y el corredor de Almocáizar, que la separa de la Sierra de Bédar y por el que discurre el Río Aguas; al Sur se extiende los llanos de Carboneras y la zona más septentrional del Campo de Níjar. En su extremo oriental, Sierra Cabrera se despeña directamente al Mar Mediterráneo, formando la costa entre Mojácar y Carboneras (cerca de 900 m de desnivel en apenas 6 Km). Sierra Cabrera ofrece una clara dicotomía en vegetación y ecosistemas entre sus laderas norte (umbría) y sur (solana), acentuada además por la diversa litología a un lado y otro de la sierra. Incluye parte de los términos municipales de Mojácar, Turre, Carboneras y Sorbas.

            Sierra Cabrera ha sufrido en los últimos 25 años diversos incendios (1981, 1994, 1999 en su falda norte, y 2001 en su falda sur y en la zona de cumbres), de origen al parecer provocado, y además, sufre en la actualidad una fuerte presión por parte de empresas inmobiliarias que extienden por sus laderas múltiples carriles, desmontes y urbanizaciones, no sólo en la zona costera, sino también en su falda norte.

            Aparte de los valores paisajísticos, Sierra Cabrera ofrece valores ecológicos especiales, dignos de protegerse, y su destrucción gratuita supondría el despilfarro del legado recibido de nuestros antepasados y la aparición de serios problemas para el futuro, tales como pérdida de suelo fértil, erosión, muerte de los acuíferos, avenidas.... Es en este marco en el que toma su sentido el planteamiento de un proyecto de restauración ecológica para una de las áreas afectadas por incendio, concretamente el área quemada en el incendio de 1999.


2º) ESTUDIO DEL ÁREA DE TRABAJO

2.1 LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA (Mapa. 1)

            El área afectada por el incendio de 1999, al Sur y Sureste de Turre, cubre aproximadamente 1312 Ha, en su mayor parte (95%) incluidas en el término municipal de Turre, mientras que el resto (5%) corresponde  al término municipal de Mojácar. La zona quemada se extendió desde los contrafuertes de Loma Colorada y la urbanización de Cortijo Grande, al Norte, a una altitud aproximada de 150 m, hasta  la línea de cumbres de la sierra, al Sur, a una altitud comprendida entre 650 y 900 m. La máxima altitud se alcanza en el Cerro Arraez (918 m). Los distintos barrancos que drenan la zona afectada corren de Sur a Norte, recogiéndose en las ramblas del Estrecho, del Pocico y de Mófar, todas ellas tributarias del Río Aguas.

            Se accede desde el mismo pueblo de Turre por la pista asfaltada denominada “Ruta Trans-Cabrera”, que por la cortijada de Mófar lleva a la Urbanización de Cabrera. También se puede acceder desde la carretera AL-150 por Cortijo Grande. Pistas de tierra, no siempre en buen estado, permiten acceder a la zona de cumbres cerca de la cortijada abandonada de Cufría, tanto desde la Urbanización de Cabrera, pasando por los cortijos abandonados de Cortetes, Los Peralicos y de El Dondo, como desde Cortijo Grande, pasando por la aldea de La Carrasca. Desde la zona de Cufría se puede acceder hacia algunas de las cortijadas de la cara sur de la sierra, como Los Moralicos, o descender hacia el mar por La Adelfa y Sopalmo. Existen multitud de carriles y ramales, especialmente en la parte más baja de la sierra,  muchos de ellos abandonados y en mal estado, pero practicables en todo-terreno.

2.2 CLIMA

            Para acercarnos al conocimiento del área en estudio, disponemos de la información seriada para 20 años de diversas estaciones meteorológicas y pluviométricas (reflejada en las tablas 1 y 2). De las estaciones reseñadas, las de Los Gallardos, Mojácar y Vera, son las más representativas dada su proximidad a la zona, y son especialmente interesantes los datos pluviométricos de Arraez (único pluviómetro en el área afectada), en la ladera norte de la zona de cumbres, y de Sepulturas, en la vertiente sur de la Sierra.

            El clima de la zona viene marcado por la escasez de las precipitaciones y por la benevolencia de las temperaturas, que muy raramente alcanzan los 0ºC, por lo que las heladas son excepcionales. La aridez de la comarca es consecuencia del efecto barrera que las sierras béticas ejercen sobre los temporales y vientos dominantes de poniente, que descargan sus restos de humedad, enfriándose en las cumbres de la Sierra de los Filabres, y descienden por efecto foëhn, secos y calentándose hacia nuestras zonas costeras.

            Cuando actúan vientos de levante, procedentes del Mediterráneo y cargados de humedad, salvo en el caso de fuertes temporales, el efecto orográfico de las sierras litorales, dada su baja altitud, es escaso, y por tanto las precipitaciones son también débiles en toda la comarca. No obstante, la altitud de Sierra Cabrera, cercana a los 1000 m, marca una primera diferencia con el entorno. El mecanismo de brisas marinas, generalmente constante durante la estación cálida y seca, mantiene normalmente alta la humedad relativa del aire.

            Las temperaturas se mantienen en niveles templados en invierno y altos en verano. Las amplitudes térmicas diarias, a veces en invierno, son considerables. Los inviernos son suaves, de muy raras heladas en las zonas bajas, sin embargo, pueden originarse fuertes rachas de frío, provocadas por la conexión de los anticiclones térmicos de la meseta española y centroeuropeo, creando un flujo del nordeste, que cambia a noroeste durante la noche y que en algunos casos puede llegar a dañar la agricultura. Sin embargo, al ganar en altitud, el contraste térmico se acentúa, y por encima de 600 m no son raras las heladas invernales en la falda norte de Sierra Cabrera.

            Las precipitaciones son escasas en general. Las medias anuales oscilan alrededor de los 250 mm. Los veranos son secos y los inviernos algo más lluviosos (en relación con el paso de las borrascas procedentes de poniente, aunque ya agotadas tras cruzar los relieves béticos). Los máximos pluviométricos se presentan en otoño y en primavera y siempre están condicionados por régimen de vientos de levante; en otoño las lluvias se presentan solo algunos años, de modo irregular,  concentrandose en pocos días con carácter torrencial, generalmente causadas por situaciones de gota fría en altura, en relación con elevadas temperaturas del agua del Mediterráneo, lo que frecuentemente llega a provocar en pocas horas riadas catastróficas; en primavera, la relajación de los anticiclones invernales, permite el paso de las borrascas atlánticas por el Golfo de Cádiz, sobre el Mediterráneo y el Norte de África, de modo que los vientos llegan a nuestras costas de levante, en un momento en que aún hay bajas temperaturas en altura, reforzándose la inestabilidad. Este modelo de circulación atmosférica se mantuvo excepcionalmente todo el invierno  y el otoño de 1986, triplicándose la media anual de precipitaciones, mientras que en el resto de la península fue un año de atroz sequía.

            Para el caso concreto del área que nos ocupa en la cara norte de Sierra Cabrera, no parecen ser aplicables todos los condicionantes climáticos mencionados más arriba, presentando un entorno climático singular, bastante diferenciado del  resto de la comarca. Entre los rasgos diferenciales hay que señalar su considerable altitud, una acusada humedad ambiental incluso en verano, la presencia de heladas invernales por encima de los 600 m, e incluso la presencia ocasional, cada 4 o 5 inviernos, de nieve (No en balde la toponimia recoge una “Majada de la Nieve”). En cuanto a la pluviometría, baste señalar la “anomalía” de los 470 mm recogidos en el pluviómetro del Cerro Arraez, cantidad incluso mayor que las que arrojan estaciones situadas a semejante o mayor altitud en la Sierra de los Filabres. Estas especiales características se ven refrendadas por la existencia en la sierra de especies vegetales características de medios bastante más húmedos como los alcornoques o los quejigos.

            La orientación ENE - WSW de Sierra Cabrera, la apertura a los vientos de levante y especialmente del NE que ofrece la depresión de Vera - Garrucha, y su considerable altitud en relación con su cercanía al mar, pueden explicar las singularidades climatológicas de Sierra Cabrera, reforzándose aquí el efecto topográfico sobre las brisas marinas y los temporales de levante. No es raro, incluso en verano, ver las cumbres de la sierra coronadas de pequeños cúmulos. Siguiendo la alineación de Sierra Cabrera hacia el Oeste, estas peculiaridades climatológicas se atenúan, y el efecto de barrera topográfica  ante las brisas marinas se deja sentir en pluviómetros tales como el de Gafarillos, donde sólo se recogen 269 mm anuales.

            La disparidad climatológica entre las caras norte y sur de la sierra es evidente, y la pone de manifiesto la diferencia de pluviometría entre Arraez (470 mm) y Sepulturas (302 mm).

            Una aproximación numérica a las características climáticas del área en estudio puede lograrse mediante la fórmula de Turc para el déficit de escorrentía



                                               D = P/ (0'9 + P2/L2)½

            Siendo
D el déficit de escorrentía (mm) concepto similar al de evapotranspiración potencial;
P la precipitación anual o módulo pluviométrico (mm);
L = 300 + 25 T + 0'05 T2;
T la temperatura media anual (ºC);

            Cuando toda la precipitación se evapora (P = D) resulta que P/L = 0'216, y llamando a

                                   P1 = 0'622 L
                                   P2 = 0'316 L

            se define el clima como

                                   Húmedo si P > P1
                                   Semiárido si P1 > P > P2
                                   Árido si P2 > P

            En nuestro caso hay que tener en cuenta que buena parte de las precipitaciones pasan al subsuelo, dada la considerable karstificación de ciertas zonas del área en estudio, y en muchas ocasiones, los barrancos presentan escorrentía durante varios meses al año. No obstante a modo de aproximación se puede efectuar el cálculo, tomando para las temperaturas los datos de las  estaciones de Vera y Mojácar, que podrían representar los valores termométricos de la zona más baja del área estudiada, y aunque muy lejana geográficamente tomaremos también los valores de la estación de Iniesta, que creemos representativos de lo que pueden ser las temperaturas en las zonas altas de la sierra. Para la pluviometría tomaremos los datos de los pluviómetros de Sepulturas, Arraez, Gafarillos y Los Gallardos.

            T = 16'33ºC
            L = 721'58
            P = 324'75 mm
            P1 = 0'622 _ 721'58 = 448'82
            P2 = 0'316 _ 721'58 = 228'02

            Por tanto, 448'82 > 324'75 > 228'02, con lo que el clima se puede clasificar como semiárido.
             
            De todos modos, estos cálculos, u otros semejantes que podrían hacerse son meramente especulativos y, un conocimiento más detallado de las peculiaridades climáticas de esta zona de Sierra Cabrera, requeriría la instalación de estaciones meteorológicas y pluviómetros en el área y en sus inmediaciones para poder perfilar mejor la excepcionalidad microclimática de la misma.  
2.3 GEOLOGÍA

            Sierra Cabrera forma parte de la Zona Interna de las Cordilleras Béticas, caracterizada por la superposición tectónica de diversas unidades con rocas de edad mayoritariamente Paleozoico y Triásico, afectadas por metamorfismo en mayor o menor grado. Este conjunto de rocas, constituyen un basamento, plegado y fracturado, que forma el esqueleto de las sierras, y sobre el que se han instalado cuencas sedimentarias de edad Neógeno, en las que se han depositado los sedimentos que hoy en día forman el relleno de las depresiones intramontañosas.

            Sierra Cabrera adquiere su actual estructura a lo largo del Neógeno, en el marco de una compresión N - S condicionada por el acercamiento entre África y Europa, al mismo tiempo que se produce extensión y adelgazamiento cortical en dirección ENE - WSW. Esta situación determina la actuación de importantes fallas que bordean la sierra tanto por el Norte, como por el Sur y el Sureste (accidente de Carboneras), aún activas en la actualidad, y que son responsables del presente relieve de la sierra  (con recientes etapas de levantamiento importante tanto en el Plioceno como en el Cuaternario).

            Estructuralmente Sierra Cabrera puede considerarse como un gran antiforme que afecta a los materiales béticos internos, de modo que en su núcleo, desde la zona de cumbres hacia el Sur, aparecen rocas pertenecientes al Complejo Nevado Filábride, el más profundo del edificio bético. Este núcleo se encuentra rodeado por rocas pertenecientes a los complejos más altos, Alpujárride sobre todo, y en menor grado Maláguide. El antiforme de Sierra Cabrera se encuentra cortado al SE por el accidente de Carboneras, que separa los materiales béticos internos de las rocas volcánicas neógenas del conjunto Cabo de Gata - Carboneras.

            En el área en estudio afloran (Mapa. 2) tanto rocas pertenecientes al basamento bético como sedimentos neógenos y cuaternarios del relleno de la depresión de Vera. Desde el punto de vista del presente trabajo nos detendremos exclusivamente en reseñar sus características litológicas.

Basamento

            Afloran rocas pertenecientes a los complejos Nevado Filábride, Alpujárride y Maláguide.

- Las rocas pertenecientes al Complejo Nevado Filábride son mayoritariamente rocas metamórficas: micasquistos grafitosos y cuarcitas, esencialmente impermeables y relativamente poco coherentes. Debido a su intensa fracturación pueden presentar un cierto grado de porosidad secundaria, lo que les permite absorbe una cierta parte de la lluvia caída. En el área en estudio se presentan solamente en la línea de cumbres, desde donde se extienden hacia el Sur. Únicamente se extienden en la vertiente norte en la cabecera del barranco de Mófar, entre los cerros de Arraez y Majada de la Nieve (Alto de los Jarales o Umbría del Talí, según las fuentes).

- Las rocas pertenecientes al Complejo Alpujárride, también afectadas por metamorfismo, recubren a las del Complejo Nevado Filábride y presentan una compleja estructura, con pliegues y superposiciones tectónicas que impiden definir la existencia de una o varias unidades tectónicas. En todo caso se trata siempre de dos conjuntos litológicos bien diferenciados y superpuestos: Filitas y cuarcitas de colores grises, plateados y violáceos, debajo, y un conjunto carbonatado, dolomítico y calcáreo, encima. Afloran en la mayor parte del área estudiada y constituyen la ladera norte de Sierra Cabrera propiamente dicha.

            Las filitas y cuarcitas constituyen un conjunto totalmente impermeable y generalmente muy poco coherente, por lo que sufren abarrancamiento con facilidad., y cuando se encuentran totalmente desnudas de recubrimiento edáfico resultan difíciles de colonizar por la vegetación.

            El conjunto carbonatado, está formado por dolomías  mayoritariamente, y en menor grado por calizas, afectadas por una mayor o menor recristalización metamórfica, y en muchos casos por una intensa brechificación. Son rocas coherentes que marcan los principales relieves de la zona, generalmente ruiniformes y abruptos, formando tajos tales como el del Cerro de los Ericos. En términos generales están extensamente karstificadas, por lo que la mayor parte de la pluviometría que reciben debe pasar al subsuelo. Existen abundantes sumideros, dolinas, oquedades y cavernas kársticas. Es particularmente curiosa la presencia de dolinas inundables en la parte más oriental del área del incendio, en las inmediaciones del Cjo. del Talí Nuevo (Balsa del Marchalico y Balsa de la Alquería de los Peñones).

- Las rocas pertenecientes al Complejo Maláguide afloran muy escasamente, en el borde norte del basamento bético de Sierra Cabrera, como pequeños peces tectónicos entre el basamento y los sedimentos neógenos, por lo que no se han representado en la cartografía.

Recubrimiento sedimentario

            En la parte más baja de la zona en estudio (por debajo de 300 m de altitud) afloran sedimentos neógenos correspondientes al relleno sedimentario de la depresión de Vera. Afloran materiales de edades Mioceno Medio y Mioceno Superior. Desde el punto de vista litológico se han diferenciado:

- Mioceno Medio

            Conglomerados de cantos mayoritariamente calcáreos, esencialmente de procedencia alpujárride y maláguide,  de tamaños muy variados, desde prácticamente arenas groseras hasta conglomerados de bloques de hasta más de 50 cm. de diámetro. Su color es generalmente rojizo, violáceo o gris, y su grado de coherencia muy variable, dependiendo de la intensidad de la cementación calcárea que les afecta. Su porosidad y permeabilidad es también muy variable de unas zonas a otras.

            Entre estos conglomerados de cantos calcáreos aparecen lentejones más o menos extensos, aunque generalmente poco potentes de margas y limos arenosos, blancuzcos, amarillentos o a veces rosados, poco coherentes y poco permeables.

            Las zonas en las que afloran estas rocas del Mioceno Medio presentan formas abruptas, a veces intensamente abarrancadas, aunque sin demasiado relieve.

- Mioceno Superior

            Conglomerados con cantos y bloques mayoritariamente silíceos de todos los tamaños, a veces descomunales, alcanzando varios m3 de volumen, envueltos en una matriz arenoso-arcillosa  micácea. Se trata de clastos procedentes en su mayoría de rocas del Complejo Nevado Filábride. El carácter arcilloso de la matriz les confiere una cierta coherencia que determina la formación de los relieves del borde de Sierra Cabrera, pero su baja permeabilidad determina su frecuente abarrancamiento.

            Como cambio lateral de facies de la formación anterior, y también en una posición estratigráfica más alta, afloran margas amarillentas o blancas, a veces silíceas. Son impermeables y poco coherentes, por lo que forman las partes bajas cultivadas a los pies de la sierra. En ellas se encajonan los cauces que bajan de Sierra Cabrera y determinan zonas de intenso abarrancamiento.

            Sobre estas margas aflora, ya fuera del área afectada por el incendio, un conjunto tabular de calcarenitas fosilíferas y calizas de algas, coherentes y relativamente permeables, que marcan un definido relieve en “cuesta” en el paisaje, extendiéndose hacia el NW hasta las orillas del Río Aguas que labra en ellas su garganta.

- Cuaternario

            Los sedimentos más recientes representados en la zona están constituidos por depósitos aluviales y coluviales, siempre en relación con la red de drenaje actual. En cartografía se han diferenciado solamente en la parte baja de la sierra, sobre los sedimentos de edad Neógeno, separándose los aluviones subactuales en el curso de los actuales barrancos, y los sedimentos, aluviales o coluviales, más antiguos, ya ligeramente compactados.

            Sobre las laderas de la sierra los depósitos subactuales de gravedad, en muchos casos canchales, a  veces con grandes bloques de dolomías caídos o deslizados, están ampliamente repartidos, pero no se han representado en cartografía en aras de una mayor claridad. El papel de estos depósitos de ladera es interesante como protección frente a la erosión de las filitas y cuarcitas, y los caos de bloques de dolomías caídos o deslizados constituyen islas protectoras y diversificadoras de la vegetación.

2.4 RED HIDROGRÁFICA, TOPOGRAFÍA Y USOS DEL SUELO (Mapas. 3, 4 y 5)

            La red hidrográfica del área estudiada vierte integramente hacia el Norte mediante las ramblas del Estrecho, del Pocico y de Mófar, que confluyen junto a Turre con el Río Aguas.

            En las laderas de la sierra se trata de barrancos de montaña, con fuerte pendiente, muchas veces rectilíneos; únicamente en las zonas donde predominan las rocas impermeables, micasquistos nevado filábrides y filitas alpujárrides, desprovistas de la protección de coluviales o canchales calcáreos, la red  toma una morfología dendrítica. Los barrancos que cruzan las zonas de rocas carbonatadas a veces llegan a labrar pequeñas gargantas, aunque en términos generales sobre ellas la red hidrográfica se encuentra bastante desdibujada debido al carácter kárstico del conjunto que reduce considerablemente la escorrentía superficial.

            En la parte baja del área estudiada los barrancos disminuyen ostensiblemente su pendiente, se tornan meandriformes y su fondo toma una morfología más plana, acorde con el modelo típico de las ramblas. Estas ramblas se encajan entre los conglomerados neógenos, especialmente los del Mioceno Superior. En las áreas en las que afloran los conglomerados, limos y margas del Mioceno Medio, se labra una apretada red de cortos barrancos subsidiarios como corresponde al carácter menos coherente de las rocas.

            Los barrancos que drenan el área estudiada son evidentemente muy irregulares en cuanto a su escorrentía, pero por algunos de ellos corre agua todos los inviernos de modo regular. Incluso algunos años, el agua corre por los barrancos de Mófar o del Estrecho también buena parte del verano. Esta escorrentía no está en relación directa con la pluviometría, sino con la gradual descarga de los acuíferos de las rocas carbonatadas de la sierra a través de abundantes fuentes y nacimientos. No existen fuentes que afloren caudales importantes, pero sí que existen multitud de pequeños nacimientos (< 2 l/s) que van aportando caudal a la escorrentía superficial. En los últimos años, algunos de estos nacimientos han sido cerrados de modo permanente, y su caudal aprovechado para abastecimiento de las zonas urbanizadas al pie de la sierra.

            La propia morfología de los barrancos y ramblas que drenan el área estudiada revelan un funcionamiento algo menos torrencial de lo que suele ser frecuente en su entorno, probablemente porque se trate de cuencas relativamente pequeñas, y tanto por la naturaleza de las rocas carbonatadas, como por el importante efecto del tapiz vegetal, el efecto de las lluvias torrenciales se amortigua.

            El relieve de la zona estudiada es muy abrupto, exceptuando el extremo NW donde los sedimentos neógenos permiten formas más suaves. Se han estudiado las pendientes máximas por cuadrículas de 200 m de lado obteniéndose el Mapa 4, resultando que:

                        0 - 10% de pendiente ...........5'49% de la superficie estudiada
                        11 - 20% de pendiente ..........34'66% de la superficie estudiada
                        21 - 30% de pendiente .........32'66 % de la superficie estudiada
                        31 - 50% de pendiente ..........21'94% de la superficie estudiada
                        > 50% de pendiente...............5'24% de la superficie estudiada

            Es decir, aproximadamente en un 60 % del área en estudio predominan las pendientes superiores al 20%.

            Sierra Cabrera ha estado poblada permanentemente desde muy antiguo, especialmente en su ladera norte, donde son frecuentes los yacimientos arqueológicos prehistóricos (al menos 4 dentro del área afectada por el incendio). La abundancia de nacimientos de agua, la riqueza de la vegetación y la menor aridez del clima así lo favorecen. También hay indicios de ocupación en la época romana, reflejados aparte de la existencia de yacimientos arqueológicos en el llano, junto al Río Aguas (Cadima), en topónimos de origen premusulman (Turre, y probablemente Cabrera y Teresa).

            La mayor parte de las cortijadas de la sierra tienen su origen en tiempo de musulmanes, existiendo constancia histórica de dos núcleos de población con entidad propia; uno de ellos dentro del área en estudio, Cabrera, al Sur del Cerro Pilica, donde ahora se encuentra el núcleo de la Urbanización de Cabrera, quedando aún diversas ruinas y los restos de una torre; el otro, Teresa, situado también en la falda norte de la sierra, al NW del área estudiada. Ambos núcleos de población quedaron despoblados como consecuencia de las rebeliones moriscas en el S. XVI. Los repoblamientos posteriores mantuvieron las estructuras productivas moriscas, salvo tal vez el cultivo de la seda, de manera que el paisaje humano que conserva la mayor parte de la sierra es heredado de aquella época, y semejante al de otras zonas tales como las Alpujarras. La toponimia es así mismo en buena parte heredada de la época de población morisca (Arraez, Mezquita, Puerto del Alguacil, Cjo. Tremecén, ...etc).

            La ganadería de caprino, y en menor grado de ovino ha sido una de las principales fuentes de riqueza de la sierra, aunque en la actualidad ha quedado muy reducida. La agricultura estaba basada en el abancalamiento de las laderas mediante balates de piedras en seco. Allí donde los nacimientos de agua lo permitían, se construían acequias y pequeñas balsas para poner en regadío el máximo de superficie posible. Los cultivos de secano también se han apoyado en el abancalamiento de las laderas, buscando las zonas más llanas, húmedas, o de mejor suelo.

            La mayor parte de los cultivos abancalados, especialmente de regadío, estaban construidos sobre filitas, como resulta lógico dada la natural localización de los nacimientos en el contacto entre las rocas carbonatadas y las filitas. Los suelos muchas veces están corregidos antrópicamente, aprovechando zonas con recubrimientos coluviales de cantos carbonatados, de manera que rompen la impermeabilidad natural de las filitas. Se cultivaban hortalizas, leguminosas, maíz, patatas y árboles frutales (naranjos en las zonas más bajas).

            Los cultivos de secano, aprovechan en cambio cualquier zona, sobre filitas o sobre rocas carbonatadas, en la que el suelo y la pendiente permiten el abancalamiento y el cultivo. Se cultivaban árboles como olivos, almendros y algarrobos, y más antiguamente, en las zonas más llanas con posibilidad de ararse, cereales.

            El aprovechamiento forestal se limita a actividades recolectoras de leña, algarrobas, bellotas, esparto y palmito (para alimentación y para escobas), que hoy en día han quedado obsoletas, y la apicultura, aún con cierta relevancia. En el pasado los aprovechamientos forestales fueron bastante más intensos, y cabe la posibilidad de que parte de las especies vegetales reinas de Sierra Cabrera deban su actual presencia y extensión a la actividad humana; así por ejemplo ocurre con los alcornoques, para el corcho, explotados hasta el S. XVIII, las jaras pringosas, para la obtención del ládano, los  lentiscos, de cuya variedad cultivada, alfónsigos, para tintes, quedan en algunos rincones de la sierra, los enebros, para maderas preciosas,  los morales, antes abundantes en todas las cortijadas y que han ido desapareciendo en los sucesivos incendios, para el cultivo de la seda, e incluso en algunas zonas quedan pies sueltos de pino piñonero (piñones y madera para vigas). Todas estas actuaciones humanas han logrado mantener un acertado equilibrio con el entorno, probablemente favorecido por las especiales características microclimáticas, hidrográficas y geológicas de la zona, de manera que ecológica y paisajísticamente, la cara norte de Sierra Cabrera constituye un enclave excepcional.

            Solamente  una pequeña parcela en el extremo norte del área incendiada, junto a la carretera que va de Turre a Cabrera, había sido previamente objeto de repoblación forestal con pino carrasco, habiendo ardido por completo en el incendio..

            A partir de los años 60 del pasado siglo, Sierra Cabrera sufrió un terrible proceso de despoblación, por emigración al extranjero, a Barcelona, o a Turre o Mojácar, que dejó la mayor parte de las cortijadas y de los cultivos abandonados, de manera que en toda la cara norte de la sierra sólo han quedado dos de los antiguos núcleos de población permanentemente habitados, la Cortijada de la Carrasca, al W del área incendiada, y el cortijo de Mófar en el camino de Turre a Cabrera.

            En los años 70 sin embargo, esta zona empezó a ser objetivo de turismo, iniciándose la urbanización de las inmediaciones de Cortijo Grande, construyéndose un campo de golf y un aeródromo. Tras el incendio de 1981 se inició la urbanización del antiguo Cortijo Cabrera (los restos del aún más antiguo pueblo morisco de Cabrera), haciéndose importantes desmontes en los cerros y creando una espesa malla de carriles. Este proceso de urbanización se ha acentuado desde entonces, creciendo la zona urbanizada tanto en las inmediaciones de Cjo. Grande como en las de Cabrera. En los años 90 se inició la urbanización de los riscos al Este del Cerro Pilica (Urbanización de Pilica), aunque parece que no con demasiado éxito,  y la construcción de chalets en los contrafuertes al Norte de esta zona. Este crecimiento turístico, que ha supuesto una considerable fuente de ingresos en la zona,  ha conllevado la apertura de muchos nuevos carriles, la realización de desmontes y el ensanchado y asfaltado de caminos, con el consiguiente deterioro del relieve (ruptura de las pendientes naturales) y de los suelos. Para abastecer de agua a estas zonas urbanizadas se han cerrado y entubado muchos de los nacimientos de la falda de la sierra, que de este modo han quedado inservibles para su entorno vegetal y natural.

            Actualmente muchos de los cortijos y cultivos de Sierra Cabrera siguen deshabitados y abandonados, pero otros, están más o menos cuidados por sus antiguos o nuevos propietarios, que los utilizan ocasionalmente con finalidades de recreo o caza, al amparo de las mejores circunstancias económicas. Dada la mejora de los caminos, algunos de los cultivos y explotaciones se siguen manteniendo (olivos y almendros principalmente) por sus propietarios, ahora con residencia en Turre.

            Este movimiento de retorno a la sierra, que se inicia en la zona a partir de los años 90, encuadrable en lo que podríamos llamar turismo de naturaleza o rural ha permitido que aldeas como La Carrasca vean incrementarse su población y caserío, y que algunos antiguos cortijos hayan vuelto a ser habitados y presten servicios de hostelería como casas u hoteles rurales como el antiguo Cjo. de Almazaricos, hoy conocido como El Nacimiento, o el antiguo Cjo. del Trovar, hoy Torrecabrera.

            Dentro de este mismo planteamiento hay que señalar el inicio en la zona de actividades turísticas, especialmente para público extranjero, tales como recorridos a caballo, en bicicleta de montaña, o en todo terreno, que parten tanto desde los núcleos turísticos de la cara norte, Turre, como desde Mojácar o Carboneras.

            Por último indicar que el área estudiada es cruzada de Sur a Norte por una línea de alta tensión, procedente de la central eléctrica de Carboneras, y que en la cumbre del Cerro Mezquita se han instalado varias antenas de telecomunicaciones.
             
2.5 EDAFOLOGÍA

            Atendiendo al mapa de suelos de Andalucía y a la información del proyecto LUCDEME,  sobre Sierra Cabrera se indican regosoles calcáreos y luvisoles orgánicos gleycos, pero, dentro del área estudiada, y en toda la cara norte de Sierra Cabrera existe una gran diversidad de suelos, y su adecuado conocimiento requeriría un estudio más detallado. Un primer motivo de la variedad de los suelos es el diferente sustrato litológico que toman como roca madre, existiendo abundantes suelos de base calcárea (sobre las calizas y dolomías alpujárrides y sobre los conglomerados de cantos calcáreos neógenos), y otros de base silícea (sobre los micasquistos nevado filábrides, las filitas y cuarcitas alpujárrides, y sobre los conglomerados de bloques silíceos  neógenos); por otro lado, los suelos de tipo mixto, desarrollados sobre coluviales carbonatados apoyados en las filitas, y, los suelos de origen antrópico de las zonas abancaladas. Otra razón para la diversidad de los suelos de la cara norte de Sierra Cabrera es la variación altitudinal y, la variación en las características climáticas que conlleva.

            El grado de desarrollo y evolución de los suelos es también muy variable, siendo difícil encontrarlos en sus formaciones edáficas climax, debido a la erosión pluvial que soportan en algunas zonas, aunque existen zonas protegidas donde los suelos llegan a alcanzar un considerable grado de madurez. En términos generales, los suelos de la falda norte de Sierra Cabrera presentan un grado de desarrollo muy superior a los de la cara sur, a los del llano de la depresión de Vera, o a los de otras sierras cercanas como Almagrera o Almagro. Incluso hasta en la zona baja de la sierra, por debajo de 300 m de altitud, existen zonas en las que los suelos alcanzan un cierto grado de desarrollo.

            En la zona más baja del área estudiada los suelos están más degradados, algunas veces en estado de litosuelos, particularmente sobre los sedimentos del Mioceno Medio; son suelos relativamente saturados en calcio y con escasa capacidad de cambio; los suelos desarrollados sobre los sedimentos del Mioceno Superior (conglomerados de grandes bloques y margas)  también se pueden considerar como litosuelos, pero su naturaleza silícea y arcillosa favorece la capacidad de cambio. Mención aparte merecen los suelos desarrollados sobre las calcarenitas del Mioceno Superior, fuera del área en estudio, más equilibrados y desarrollados, que han permitido una magnífica recuperación de la vegetación original tras el gran incendio de 1994.

            En la zona alta y media de la sierra, sobre las rocas carbonatadas y sobre canchales y caos de bloques deslizados,  los suelos tienen como base, aparte del aporte detrítico de las propias rocas, las arcillas de descalcificación del proceso kárstico, generando suelos de tipo terra rossa. Sobre las rocas silíceas, especialmente sobre los micasquistos nevado filábrides se desarrollan tierras pardas braunerde con horizontes pseudogleys.

            En el área estudiada se localizan entre otros, regosoles, litosoles, xerorankers,  y xerorendzinas; en términos generales se trata de aridisoles, con perfil A/(B)/C, relativamente poco profundos. Curiosamente el horizonte B, escasamente o nada desarrollado en los aridisoles típicos de la comarca, está presente y en ocasiones bien desarrollado en la falda norte de Sierra  Cabrera, como consecuencia de la permanente cubierta vegetal y de las particulares condiciones climáticas ya comentadas.

2.6 PISOS BIOCLIMÁTICOS Y VEGETACIÓN

            De acuerdo con la metodología de Rivas-Martínez (1987) y los datos recogidos en el Atlas Básico de Andalucía (1992), estarían presentes en el área estudiada los pisos Termomediterráneo y Mesomediterráneo.

- Al piso Termomediterráneo pertenece el territorio denominado del olivo (Olea europaea) y del algarrobo y ocuparía las partes más bajas hasta una altitud de 500 a 600 m, según la orientación, con temperaturas medias iguales o superiores a 17 ºC, sin heladas, y con pluviometría inferior a 300 mm. Este piso se extiende por la cara sur de Sierra Cabrera hasta una altitud cercana a los 800 m.

- El piso Mesomediterráneo, con temperaturas medias más bajas, entre 12 y 16ºC , y con algunos días al año con  temperaturas mínimas iguales o inferiores a 0ºC , e incluso nevadas ocasionales. Las precipitaciones superan los 300 mm. Ocupa la parte más alta de la zona en estudio y la zona de cumbres. Es el dominio propio del encinar, y en su defecto un alto matorral o espinar muy variado.

            La cubierta vegetal en la cara norte de Sierra Cabrera es enormemente variada y extensa, consistente mayoritariamente en un alto y espeso matorral salpicado en ocasiones por arbustos y árboles de mayor o menor porte. Esta extensa cubierta vegetal juega un importante papel en la retención y elaboración de los suelos, en la contención de la erosión, y en la regulación hídrica de la zona. Su especial naturaleza viene condicionada como hemos visto más arriba por las características litológicas, microclimáticas e hidrológicas.

            La capacidad de recuperación de la vegetación autóctona tras los incendios resulta sorprendente, como se puede comprobar visitando el área afectada por el incendio de 1994, donde muchas de las zonas se encuentran completamente recuperadas. Incluso dentro del área en estudio, incendiada en 1999, muchas zonas se pueden considerar ya prácticamente recuperadas. Muchas de las plantas rebrotan rápidamente de sus raigones (Chamaerops humilis, olivos y acebuches, encinas, algarrobos, Retama sphaerocarpa, Quercus coccifera, aladiernos, bayón, Rhamnus lycioides, espárragos, Ulex parviflorus, etc.), mientras que otras lo hacen a partir de semillas algo más lentamente como es el caso de Rosmarinus officinalis, Helianthemum, estepas, matagallos (Phlomis purpurea); de ello se deduce la riqueza del banco de semillas existente en el suelo. En otros casos, el carácter ignífugo de la vegetación la ha salvado de la quema, como ocurre con los pies de alcornoque (Quercus suber) presentes en el área incendiada, que aún con su corteza chamuscada, presentan buena salud, rebrotando con vigor.

            Dentro del área en estudio las zonas más afectadas en su vegetación original son:

- Un área al Norte del cerro de la Pilica, en la que afloran conglomerados con cantos mayoritariamente calcáreos y limos y margas limosas del Mioceno Medio. La dificultad de regeneración que esta zona presenta puede estar relacionada con su climatología más árida, la ausencia de fuentes y con la propia litología de conglomerados calcáreos cementados. Por otro lado la extensa red de carriles y desmontes en la falda de la sierra en las inmediaciones de las urbanizaciones de Cabrera y Pilica parecen haber roto la circulación natural de la escorrentía subálvea y superficial hacia esta zona. De hecho, en el entorno de las propias urbanizaciones también se dejan sentir de modo especial los efectos del incendio.

- Ciertas áreas en las que afloran directamente filitas impermeables en las laderas de la sierra, en las que se desarrollan cárcavas y barrancos.

- Las áreas de cultivos abancalados y abandonados, tanto en regadío como en secano, ya que muchas de las especies cultivadas han desaparecido en el incendio sin posibilidad de recuperación. Así por ejemplo ocurre con los almendros en las zonas de secano, y con los olmos, álamos, almeces y morales en las cercanías de las fuentes. Las parcelas abandonadas de secano, sobre rocas carbonatadas o sobre coluviales y canchales, poco a poco van siendo invadidos por el matorral autóctono, pero sobre las filitas y en los campos abancalados cercanos a las fuentes, el matorral autóctono es sustituido por un matorral degradado de tomillos, artemisas, retamas y a veces albaidas, que crece con dificultad. Los antiguos bancales, sin la sujeción de la vegetación y sin trabajos de mantenimiento, se ven afectados por procesos de pipping, desplomes y abarrancamiento, constituyéndose en heridas erosivas que avanzan hacia las laderas de vegetación autóctona.

            Entre las especies vegetales autóctonas o asilvestradas características de la zona cabe reseñar:
- Alcornoques (Quercus suber) en forma de pies aislados (de diversas edades y portes) localizados sobre materiales silíceos nevado-filábrides en la zona de cumbres. Hay referencia del hallazgo de su madera en restos de hogares de la edad del cobre, por lo que debemos considerarlos realmente autóctonos. Se explotaron hasta finales del S. XVIII para la construcción de flotadores en aparejos de pesca.
- Quejigos (Quercus faginea) en forma de pies aislados localizados en zonas húmedas de la falda norte de la sierra, entre filitas y rocas carbonatadas, a unos 450-500 m de altitud. También hay referencias sobre la presencia de su madera en restos de hogares de la edad del cobre, por lo que también se puede asegurar su autoctonía.
- Encinas (Quercus ilex subsp. rotundifolia) en forma de pies aislados en la zona de cumbres, preferentemente sobre sustratos silíceos. Existen algunos pies aislados sobre materiales calcáreos y en las inmediaciones de fuentes o cortijadas incluso a baja altitud (350 m).
- Enebros (Juniperus oxycedrus y más raramente Juniperus communis), formando parte del matorral en las zonas de rocas carbonatadas, por encima de los 450 m de altitud. A veces llegan a formar arbustos piramidales de hasta 2’5 m de altura.
- Olivos y acebuches (Olea europaea). Presentes en toda la zona exceptuando las partes más altas de la sierra. En la mayor parte de los casos, los ejemplares más grandes son pies domésticos asilvestrados. Los acebuches presentan generalmente porte arbustivo no superando los 2 m de altura.
- Aladiernos (Rhamnus alaternus), como arbustos o arbolillos de hasta 3 m de porte, presentes en las partes altas de la sierra, por encima de 500 m de altitud. En roquedos y en zonas cercanas a los nacimientos de agua.
- Coscojas (Quercus coccifera) generalmente como arbustos bajos y apretados, formando parte del matorral, generalmente sobre terrenos calcáreos, presente desde la zona de cumbres hasta zonas mucho más bajas, incluso por debajo de 300 m, aunque en menor abundancia.
- Algarrobos (Ceratonia siliqua) formando pies aislados o pequeños bosquetes, sin sobrepasar los 600 m de altitud. En algunos casos se trata de antiguos pies cultivados, pero en otros son claramente salvajes. Existen algunos ejemplares de dimensiones descomunales.
- Almeces (Celtis australis) en forma de pies aislados o pequeños grupos, por debajo de los 600 m de altitud. Generalmente cerca de nacimientos de agua, o entre caos de bloques calcáreos.
- Álamos (Populus alba y Populus nigra) y olmos (Ulmus minor) en los pequeños sotos de los barrancos y en las cercanías de fuentes y nacimientos. En muchos casos tienen un origen cultivado.
- Morales (Morus sp.), higueras (Ficus carica) y granados (Punica granatum), de origen cultivado, generalmente en zonas cercanas a cortijos y a fuentes o nacimientos. La mayor parte de los morales existentes previamente al incendio se han perdido.
- Almendros (Prunus dulcis) generalmente cultivados, tanto en secanos, abancalados o no, y en las cercanías de las fuentes y nacimientos.
- Lentiscos (Pistacia lentiscus) presentes generalmente como arbustos, formando parte del matorral, aunque a veces llegan a formar pequeños arbolillos. No son demasiado frecuentes, estando ausentes en la zona más alta de la sierra. También aparecen junto a las fuentes y los cortijos, donde pueden encontrarse algunos pies de variedades cultivadas (alfónsigos).
- Osyris o Bayón (Osyris cuadripartita) formando arbustos y arbolillos de hasta 2 m de altura, presentes en las zonas más bajas y soleadas (por debajo de 400 m de altitud).
- Retamas (Retama sphaerocarpa) como componente principal del matorral en las zonas más bajas del área estudiada. También está presente en toda la sierra, prefiriendo las zonas silíceas (filitas y micasquistos), especialmente en suelos degradados.
- Palmito (Chamaerops humilis) presente formando parte del matorral en toda el área hasta una altitud de 500 m.
- Azofaifos (Ziziphus lotus), únicamente presentes en la parte más baja del área estudiada, por debajo de 300 m de altitud. Están escasamente representados, aparecen en algunos barrancos.
- Estepas (Cistus albidus), matagallos (Phlomis purpurea) y candileras (Phlomis lychnitis) formando parte del matorral en toda la zona considerada, sobre terrenos calcáreos, especialmente en altitudes medias (250-500 m).
- Jaras pringosas (Cistus ladanifer) y otras jaras (Cistus crispus y Cistus clusii) que forman el matorral en terrenos silíceos tales como los micasquistos nevado-filábrides (Cistus ladanifer) y zonas de cuarcitas entre las filitas alpujárrides. Las jaras pringosas sólo están presentes en las zonas más altas.
- Espinos (Rhamnus lycioides) formando arbustos de hasta 2 m de altura, generalmente en terrenos calcáreos, a veces reptantes en los roquedos. Son más frecuentes en las zonas bajas y medias del área estudiada.
- Otras plantas que forman parte del matorral son aulagas (Ulex, Callycotome), genistas, romeros (Rosmarinus), efedras (Ephedra), atochas y espartos (Stipa y Lygeum), albaidas siempre sobre sustratos silíceos,  marrubio, ballotas, Satureja, espárragos, Lavatera arborea,  tomillos, zarzas, Heliantemun, Teucrium, adelfas, juncos, mirtos, Daphne, Bupleurum, Sideritis, lavandas, ...etc.

            Existen muchas otras plantas interesantes en la vertiente norte de Sierra Cabrera, que le confieren una gran diversidad e interés botánico, entre las que cabe resaltar Ranunculus, violetas, Arisarum, aristoloquia, clemátides, sedum, zarzaparrilla, bruscos,, Ononis, cebollas albarranas, Asphodelus, Muscaris, narcisos, Lapiedra martinezii, orquídeas de distintos tipos,  grandes ejemplares de Hedera helix, arbustos como  Colutea arborescens, una gran diversidad de gramíneas, e incluso un amplio surtido de líquenes, musgos, hepáticas y pteridofitas.

            En el área estudiada no existe resto alguno de pinar autóctono, y sólo cabe reseñar algunos pies aislados en las inmediaciones de algunos cortijos de pino carrasco (Pinus halepensis) y pino piñonero (Pinus pinea). En el extremo norte del área existió una pequeña parcela de repoblación de pino carrasco que ha sido totalmente pasto de las llamas.

2.7 FAUNA

            No hay datos detallados del catálogo faunístico de la zona, pero cabe destacar la presencia de jabalíes y zorros en toda la zona, entre los mamíferos de mayor porte. Otros mamíferos presentes son los tejones, comadrejas, garduñas, ginetas y tal vez el gato montés. Entre los roedores es frecuente el conejo y en menor grado la liebre, y ratones, topos, topillos y lirón careto. También se han identificado distintos tipos de murciélagos.

            Entre las aves rapaces, es constante la presencia en el área de águilas perdiceras (en ocasiones hasta tres parejas), e incluso se ha reconocido en el presente año una pareja de águila real. Estas aves escogen para anidar siempre los cortados más inaccesibles, preferentemente orientados hacia el Este, dado que los orientados hacia el norte son demasiado umbríos y en la zona no existen tajos orientados al Sur. También se han observado entre otras rapaces buhos reales, lechuzas, mochuelos y cernícalos.

            La perdiz roja campa ampliamente por la zona, y existen algunas bandadas de palomas bravías. Los tordos, mirlos y zorzales, prefieren los pequeños sotos y las marañas vegetales cercanas a los nacimientos de agua. Las collalbas negras y rubias, prefieren los roquedos, así como los aviones roqueros, y el más difícil de ver roquero solitario. Completan el panorama un amplio catálogo de insectívoros (silvias, mosquiteros, petirrojos, colirrojos, etc...) y granívoros como las terreras, cogujadas y alondras entre otros.

            Los reptiles y anfibios están poco estudiados, siendo frecuentes los lagartos ocelados, diversos tipos de lagartijas (colirroja y serrana), salamanquesas, rana común, diversos tipos de sapos (corredor y otros no determinados) y de culebras (bastarda, de agua, de escalera, coronelas, ...). El reptil  más significativo de Sierra Cabrera es la tortuga mora (Testudo graeca), relativamente abundante,  incluso a pesar del incendio, que se puede encontrar en toda la zona independientemente de la altitud. En las zonas en las que los barrancos mantienen una escorrentía temporal, en la parte baja del área estudiada se puede encontrar el galápago leproso. Últimamente se han introducido en la cara sur de Sierra Cabrera camaleones, pero hasta la fecha parece que no han sobrepasado la línea de cumbres para pasar a la cara norte.

            Los invertebrados son abundantes, pero no hay referencias apenas sobre su catalogación y distribución en Sierra Cabrera.  

2.8 AMBIENTES ECOLÓGICOS. INTERRELACIONES

            En el área en estudio se pueden diferenciar en razón, tanto del sustrato litológico, de las condiciones climáticas e hidrológicas y de la vegetación, dos ámbitos diferentes; uno de ellos constituido por propia ladera de la sierra, sobre basamento bético, con una relativa humedad proporcionada por la pluviometría, la propia orientación a la umbría, y el desagüe de los acuíferos, y con un matorral espeso y bien desarrollado; el otro, al norte del anterior, sobre sedimentos neógenos, con mayor aridez, sólo con los aportes hídricos temporales que proporciona la escasa pluviometría y la escorrentía superficial sobrante de la sierra, y con un matorral más degradado y ralo.

            Dentro de la propia ladera de la sierra, sobre sustrato bético, en función de la litología,  hay que diferenciar por un lado el dominio silíceo de los micasquistos y cuarcitas nevadofilábrides, cercano a la línea de cumbres, sobre el que prospera el jaral y se mantienen poblaciones residuales de alcornoques y encinas. En el resto, con sustrato calcáreo, el tipo de matorral viene condicionado por la altitud, estando predominantemente constituido por palmitos, espinos (Rhamnus), romeros y aulagas en las altitudes más bajas, estepas y matagallos a media altura, y por enebros y genistas en las zonas más altas. En las zonas en las que predominan las filitas y cuarcitas, suelen enclavarse los cultivos abandonados, y si no están abarrancadas por la erosión, generan un matorral degradado con retamas, albaidas, tomillos, e incluso algunas plantas gypsofilas; sobre las zonas cuarcíticas pueden aparecer distintos tipos de jaras.

            Habría que señalar como microambientes de particular interés las fuentes y nacimientos de agua y los pequeños sotos en las orillas de los barrancos que ocasionalmente presentan escorrentía; también hay que señalar en este sentido los tajos, cortados, gargantas y roquedos de orografía intricada, que presentan una alta biodiversidad, especialmente los grandes caos de bloques carbonatados caídos y deslizados sobre las filitas, donde se conservan a salvo de las llamas y de la agresión humana grandes ejemplares de algarrobos, almeces, coscojas, y una amplia variedad vegetal de todo tipo. Estos microambientes constituyen islas y reservorios de biodiversidad en las laderas, y puntos de refugio y aguada para fauna y flora de la zona.  


3º) INTERÉS DE LA RESTAURACIÓN

            Sierra Cabrera ofrece una considerable variedad climática, geológica, biológica y paisajística que debe ser conservada. y que avala el interés del proyecto que aquí se plantea.

            Hay un primer interés ligado a la conservación del patrimonio natural e histórico que hemos recibido del pasado y que hemos de entregar a nuestra descendencia en las mejores condiciones posibles. Las especiales características climáticas, la cercanía e influencia del mar, el gradiente altitudinal que diseña la topografía, hacen de Sierra Cabrera una especie de “arca de Noé” en la que conviven multitud de especies vegetales y animales, un enclave de biodiversidad que destaca por su originalidad en el entorno del Sureste español. No son sólo las peculiaridades de la presencia de alcornoques y quejigos, especies excepcionales en las sierras de Almería,  ni la abundancia de tortuga mora o la presencia de rapaces, lo que hacen valiosa Sierra Cabrera, sino sobre todo la enorme biodiversidad de sus matorrales y roquedos y la exuberancia y riqueza de toda su naturaleza.

            La diversidad litológica y las fuertes pendientes determinan un paisaje agreste y salvaje y variado, con rasgos geológicos originales que también deben ser protegidos y conservados.

            Poblada desde muy antiguo, Sierra Cabrera no sólo encierra yacimientos arqueológicos que deben conservarse y estudiarse, sino que además ofrece un paisaje labrado y condicionado por la actividad humana, equilibrado con su entorno natural: La arquitectura de los antiguos cortijos y la complicada filigrana de sus cultivos abancalados, fuentes y acequias, es también una preciosa herencia del pasado que debemos preservar para el futuro.

            Un segundo interés del proyecto de restauración del área incendiada se centra en la defensa de los recursos naturales que aseguren un desarrollo sostenible en el futuro. Especialmente se trataría de proteger y conservar el suelo fértil de la sierra, evitando en lo posible la activación de procesos erosivos, que dado el entorno climático de la comarca pueden conducir a un proceso de desertización. Así mismo se trataría de facilitar la recarga de los acuíferos existentes, asegurando su perdurabilidad.. La restauración ecológica de la zona incendiada favorecerá la regulación hidrológica de la zona, ya que la cubierta vegetal actúa como colchón amortiguador en caso de riadas o lluvias torrenciales.

            Por fin, hay que añadir un tercer interés, ya de tipo economicista y social, más a corto plazo, ligado al foco de atracción turística que ya es Sierra Cabrera. El aprovechamiento de los valores paisajísticos, ecológicos y naturales de Sierra Cabrera para ocio y recreo no debe limitarse a los beneficios rápidos que puede ofrecer la especulación inmobiliaria, que además en la mayoría de los casos suponen una agresión irrecuperable del medio natural; también se puede plantear un turismo de tipo ecológico, de baja intensidad, que aprecia en su valor el patrimonio natural y paisajístico, y que puede ser totalmente compatible con la preservación del medio. En los últimos años se han abierto centros de turismo rural y se han iniciado actividades recreativas en la naturaleza que permiten el acercamiento a la sierra, asegurando el respeto y la conservación de un patrimonio natural de valor incalculable.

             
4º) OBJETIVOS

            La originalidad y el interés que presenta el medio natural de Sierra Cabrera, especialmente en su cara norte, parece fuera de toda duda. Los valores paisajísticos, geológicos, ecológicos y de biodiversidad presentes, son bienes incalculables que estamos obligados a preservar para generaciones futuras. Por otro lado, la protección del suelo de la sierra y de su cubierta vegetal de la erosión, es una garantía de futuro para asegurar la recarga de los acuíferos y para evitar avenidas, inundaciones y otros eventos catastróficos. A estas razones hay que añadir que la riqueza paisajística y medioambiental de Sierra Cabrera es el motor del flujo turístico que se acerca a ella, por lo que incluso desde un punto de vista estrictamente economicista a corto plazo, también es obligada su preservación.

            Probablemente, el medio natural de Sierra Cabrera se ha ido degradando históricamente respecto a sus posibilidades climácicas, y en sus cumbres y cara norte tal vez pudieran llegar a instalarse bosquetes de encinar, quejigal y alcornocal, pero, dadas sus peculiares condicionantes climáticas, geológicas, medioambientales e históricas, Sierra Cabrera ha preservado su medio natural en condiciones aceptables hasta el último cuarto del siglo pasado. Desde entonces a la actualidad se han sucedido una serie de ataques y circunstancias que ponen en peligro el mantenimiento de esa riqueza: El despoblamiento de la sierra y el abandono de los cultivos, especialmente en los años 60 y 70, el cerramiento y entubado de fuentes y nacimientos de agua, el establecimiento de urbanizaciones en la propia falda de la sierra, los desmontes efectuados, la multitud de carriles trazados, la introducción de una serie de ofertas turísticas no siempre acordes con la conservación de la naturaleza (recorridos en todo-terreno), y además, una sucesión de incendios presuntamente intencionados.

            La meta que se plantea el presente proyecto es una actuación concreta tomando como referencia el área afectada por el incendio de 1999, para frenar el proceso de degradación del medio natural en la cara norte de Sierra Cabrera, así como plantear la necesidad de establecer una regulación y control de las actividades humanas en la sierra. Los principales objetivos de este proyecto son:

            - Protección de los ecosistemas de interés ecológicos y de especies en peligro de extinción.
            - Lucha contra la erosión y protección de los recursos hídricos y edáficos.
            - Mantenimiento de ecosistemas para preservar la diversidad biológica.
            - Favorecer la regeneración de la vegetación en la zona afectada por el incendio
            - Plantear la necesidad de la utilización racional de los recursos naturales renovables.
            - Adecuación y regulación para establecer un uso social, recreativo y cultural del monte.


5º) NORMATIVA APLICABLE

5.1 COMUNITARIA

*Reglamento (CEE) 3529/86, del Consejo, de 17 de noviembre, relativo a la protección de los bosques en la Comunidad contra los incendios (DOCE nº L 326, de 21.11.86). Se establecen determinadas modalidades de aplicación mediante Reglamento (CEE) 525/87, de 20 de febrero (DOCE nº L 53, de 21.02.87).

*Directiva 97/62/CE, de 27 de octubre, por la que se adapta al progreso científico y técnico la Directiva 92/43/CEE, relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres. (DOCE nº L 305, de 08.11.97).

*Directiva 97/11/CE, de 3 de marzo, por la que se modifica la Directiva 85/337/CEE, relativa a la evaluación de las repercusiones de determinados proyectos públicos y privados sobre el medio ambiente. (DOCE nº L 73, de 14.03.97). Traspuesta en la Ley 6/2001, de 8 de mayo (BOE nº 111, de 09.05.01).

*Directiva 2001/42/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 27 de junio de 2001, relativa a la evaluación de los efectos de determinados planes y programas en el medio ambiente (DOCE nº L 197, de 21.07.01).

5.2 ESTATAL

*Ley de 8 de junio de 1957, de montes (BOE nº 151, de 10.06.57). Desarrollado reglamentariamente por Decreto 485/62, de 22 de febrero (BOE nº 69, de 12.03.62).

*Ley 81/1968, de 5 de diciembre, sobre incendios forestales (BOE nº 294, de 07.12.68).  Desarrollado reglamentariamente por Decreto 3769/1972, de 23 de diciembre (BOE de 13.02.73) (Corrección de errores en BOE de 21.03.73).

*Real Decreto 3091/1982, de 15 de octubre, sobre protección de especies amenazadas de la flora silvestre. (BOE nº 280, de 22.11.82).

*Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres. (BOE nº 74, de 28.03.89). Modificada por las Leyes 40 y 41/1997, de 5 de noviembre, de reforma y por la que se modifica la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres. (BOE nº 266, de 06.11.97). Afecta al Real Decreto Legislativo 1302/1986, de 28 de junio, de Evaluación de Impacto Ambiental. (BOE nº 155, de 30-6-86).

*Real Decreto 1997/1995, de 7 de diciembre. Espacios Naturales. Establece medidas para contribuir a garantizar la biodiversidad mediante la conservación de los hábitats naturales y de la flora y fauna silvestres. (BOE nº 310 de 28.12.95). (Corrección de errores: BOE nº 129, de 28.05.96).

*Convenio relativo a la conservación de la vida silvestre y del medio natural en Europa, hecho en Berna el 19 de septiembre de 1970 (BOE de 1 de octubre de 1986 y de 7 de junio y 5 de diciembre de 1988). Relación de especies. (BOE nº 121, de 21.05.97).

*Real Decreto 1193/1998, de 12 de junio, por el que se modifica el Real Decreto 1997/1995, de 7 de diciembre, por el que se establecen mediadas para contribuir a garantizar la biodiversidad mediante la conservación de los hábitats naturales y de la flora u fauna silvestres. (BOE nº 151, de 25.6.98).

*Real Decreto Legislativo 1302/1986, de 28 de junio, de Evaluación de Impacto Ambiental. (BOE nº 155, de 30.06.86).
Observaciones:
- Traspone la Directiva Comunitaria 85/377/CEE, de 27 de junio de 1985.
- Modificado por:
   * Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres. (BOE nº 74, de 28.3.89);
    * Ley 25/1988, de 29 de julio, de Carreteras. (BOE nº 182, de 30.07.88) y su Reglamento de desarrollo aprobado por el Real Decreto 1818/1994, de 2 de septiembre (BOE nº 228, de 23.09.94); Ley 54/1997, de 27 de noviembre, de regulación del sector eléctrico -disposición adicional duodécima- (BOE nº 285, de 28.11.97);
    * Ley 27/1992, de 4 de noviembre, de Puertos del Estado y de la Marina Mercante -artículo 21.2- (BOE nº 283, de 25.11.92).
    * Ley 6/2001, de 8 de mayo (BOE nº 111, de 09.05.01).

*Real Decreto 1131/1988, de 30 de septiembre, por el que se aprueba el Reglamento para la ejecución del Real Decreto Legislativo 1302/1986, de 28 de junio, de Evaluación de Impacto Ambiental. (BOE nº 239, de 05.10.88).


5.3 AUTONÓMICA

*Ley 2/1992, de 15 de junio, de Protección de Montes y Terrenos Forestales (BOJA nº 57, de 23.06.92).

*Decreto 208/1997, de 9 de septiembre, por el que se aprueba el Reglamento Forestal de Andalucía. (BOJA nº 117, de 07.10.97).

*Ley 5/1999, de 29 de junio, de prevención y lucha contra los incendios forestales. (BOJA nº 82, de 17.07.99). (BOE nº 190, de 10.09.99).

*Decreto 247/2001, de 13 de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento de Prevención y Lucha contra los Incendios Forestales. (BOJA nº 144, de 15.12.01).

*Ley 7/1994, de 18 de mayo, de Protección Ambiental (BOJA nº 79, de 31.05.94).
Observaciones:
- Desarrollada por:
* Decreto 292/1995, de 12 de diciembre, Reglamento de EIA (BOJA nº 166, de 28.12.95)
* Decreto 153/1996, de 30 de abril, Reglamento Informe Ambiental. (BOJA nº 69, de 18.06.96)
* Decreto 297/1995, de 19 de diciembre, Reglamento de Calificación Ambiental (BOJA nº 3, de 11.01.96).

*Ley 1/1994, de 11 de enero, de Ordenación del Territorio de la Comunidad Autónoma de Andalucía (BOJA nº 8, de 22.01.94), (Corrección de errores: BOJA nº 54, de 23.04.94).


6º) ACTUACIONES PROPUESTAS

            De los datos antes expuestos y de la propia observación del terreno en las zonas incendiadas en 1981, 1994 y 1999, se desprende que la recuperación espontánea de la vegetación autóctona, se produce de modo natural con relativa rapidez en la zona, de modo que el planteamiento de una reforestación generalizada del área debe de descartarse. Más al Oeste en la falda norte de Sierra Cabrera, en las laderas del Alto del Muerto, se efectuó en los años 50 una repoblación masiva con pino carrasco que ha adquirido notable desarrollo, pero a costa de perderse buena parte del matorral y de la vegetación autóctona. Por la misma razón debe descartarse cualquier tipo de actuación que implique la introducción de maquinaria, roturación y abancalamiento generalizado de laderas, puesto que se rompería la continuidad del matorral, se interrumpiría el flujo lateral subálveo de agua, y se abrirían heridas erosivas por las que se incrementaría la pérdida de suelo. Recientemente también se han efectuado repoblaciones generalizadas de algarrobos, con maquinaria, en la cabecera del Barranco del Muerto, al Oeste del área estudiada, y los resultados no parecen ser positivos en absoluto.

            Partiendo de estas premisas, se propone:

A) Recuperar y restaurar las fuentes y nacimientos del área en estudio, con pequeñas obras conducentes a aflorar sus caudales en las mejores condiciones de mantenimiento, y dejar libre su escorrentía original por acequias, cultivos, laderas y barrancos.

B) Reparar y restaurar balates en las zonas de cultivos abandonados, especialmente en aquellos casos en los que se han iniciado procesos erosivos de abarrancamiento.

C) Aprovechar estas zonas de cultivos, cercanas a fuentes, nacimientos y barrancos para replantar  vegetación que favorezca la retención del suelo. La vegetación a replantar, aprovechando la humedad natural de las fuentes o los barrancos, podría ser tanto la previamente existente en las zonas cultivadas, tal como álamos, olmos, morales, almendros, higueras, granados, u olivos, o bien especies naturales que puedan aprovechar bien los suelos antrópicos como algarrobos, encinas, lentiscos, aladiernos, almeces, ...,  e incluso se puede intentar replantar en estas zonas algunos quejigos o alcornoques. 

D) Efectuar obras de mejora en los carriles que surcan la sierra (previa una estricta selección de aquellos cuya utilidad y servicio sean realmente necesarios), de manera que sus taludes sean asegurados mediante vegetación, y sus cunetas y sistemas de drenaje sean eficaces e impidan la formación de heridas erosivas. En este mismo sentido habría que hacer una revisión de los carriles en desuso o a abandonar, corrigiendo abarrancamientos y rupturas de pendiente.

E) Favorecer la recuperación de la cubierta vegetal en las zonas que aún muestran un mayor impacto del efecto del incendio, mediante la corrección de los factores que inciden negativamente sobre ellas (interrupción de la escorrentía superficial y subálvea, desmontes, carriles y obras) y mediante la plantación y siembra de especies vegetales adecuadas. Entre estas zonas a recuperar, habría que señalar la franja situada al Norte del Cerro Pilica, en la que afloran materiales sedimentarios del Mioceno Medio, y algunos rodales entre las filitas alpujárrides.

F) Iniciar una campaña a nivel municipal e institucional que permita el reconocimiento generalizado de los valores ecológicos, paisajísticos, hidrológicos, y económicos que encierra Sierra Cabrera,  y que permita el establecimiento de normativas favorecedoras de su protección, compatibles con un equilibrado aprovechamiento de sus recursos.

G) En un nivel de actuación superior a la estricta recuperación del área incendiada, de modo opcional, se puede plantear una actuación para recuperar la degradación histórica de la sierra, mediante la plantación manual en lugares climatológica y edáficamete favorables de pies sueltos de encinas, alcornoques y quejigos.
  
6.1 CUESTIONES PREVIAS Y ALTERNATIVAS

            La puesta en marcha de las actuaciones citadas conlleva una serie de dificultades y trabajos previos, cuya mejor o peor solución condicionaría la consecución de los objetivos fijados.

            En primer lugar hay que tener en cuenta que la parcela afectada por el incendio, prácticamente toda ella  englobada en el término municipal de Turre, comprende múltiples propiedades privadas, y que las actuaciones a realizar deberían contar con la aprobación y el consenso de al menos la mayor parte de los propietarios.

            Dado que en la década pasada se planteó la posible definición como Parque Natural de las sierras de Cabrera y de Bédar, y que esta posibilidad fue rechazada por los acuerdos de los municipios implicados, cabe suponer que se parte de una situación difícil, en la que los ayuntamientos y los propietarios no quieren ver mermadas sus posibilidades de desarrollo por una normativa excesivamente proteccionista.

            A pesar de ello, los poderes públicos locales y provinciales deben ser conscientes de los valores puestos en juego, y de que no hay posibilidad de desarrollo sostenible sin preservar el patrimonio natural existente. Por ello, deben plantearse figuras legales que permitan establecer, aunque sean a nivel local, la necesaria protección de la sierra, por medio de la adecuada ordenación del territorio y tal vez por formas menos expeditivas y absolutas que la declaración de Parque Natural para todo el conjunto (Se hace cada vez más urgente la protección como monumentos naturales de los restos de alcornocal, encinar y quejigal, de ciertos cortados y roquedos, o incluso la protección de ciertos yacimientos arqueológicos). En todo caso, debería preservarse el derecho de los propietarios a explotar los cultivos tradicionales, a practicar la ganadería extensiva no abusiva, y la apicultura. De igual modo se preservaría la habitual dedicación a la caza, sujeta a las naturales vedas y restricciones.

            Es necesaria la delimitación definitiva de las áreas urbanizables, de manera que éstas queden limitadas a la parte más baja del pie de la sierra, evitando casos como el de las urbanizaciones de Cabrera y Pilica, así como asegurar que su abastecimiento de agua no se haga a costa de las fuentes y acuíferos que mantienen viva la sierra. No hay que olvidar que lo que se trata de proteger es el principal atractivo turístico de la zona.

            Se debe garantizar el uso tradicional y/o recreativo de los cortijos existentes, e incluso en este sentido ofrece amplias expectativas el desarrollo del turismo rural, sin que ello obligue necesariamente a convertir los carriles en autopistas, ni a plantear actividades de turismo de masas, ya que el turismo rural lo que busca es precisamente el contacto con la naturaleza más pura y el medio natural mejor conservado. Del mismo modo, otras actividades turísticas organizadas como recorridos a caballo o a pie, deben evitar las zonas más sensibles y plantearse bajo un criterio protector del entorno. Los recorridos turísticos o deportivos en todo-terreno, a modo de rallyes, deberían evitarse o suprimirse dada la contaminación atmosférica y acústica que suponen.

            Los carriles, cuyo número actual es excesivo, deben cumplir una efectiva utilidad, y usarse exclusivamente para el fin que fueron pensados (acceso a los cortijos, a los cultivos y a las infraestructuras obligadas tales como antenas o postes de lineas eléctricas). Desgraciadamente el avance de la malla de carriles aparentemente inútiles precede al avance de las urbanizaciones y a la captura de los manantiales. En el área considerada, sólo la  cabecera de la Rambla de Mófar, aproximadamente algo más de la cuarta parte de la superficie afectada por el incendio, se ha visto libre del acoso de los carriles, siendo la porción de la falda norte de Sierra Cabrera que muestra su naturaleza en estado más salvaje y mejor conservado; es esta zona la que conserva el mayor número de pies de alcornoque y debiera de mantenerse inalterada y protegida.

            Por fin, tanto para concretar las anteriores actuaciones propuestas, como para plantear posibles actuaciones futuras, habría que completar la información científica de la zona con datos más concretos en cuanto a climatología, edafología y reparto de la vegetación.

            Por tanto, de modo previo o paralelo a las actuaciones previstas habría que:

- Conseguir la aprobación y permiso de los propietarios afectados. En el caso de los propietarios tradicionales el beneficio de ver restauradas las fuentes y nacimientos, y reparados, al menos parcialmente, sus cultivos, puede allanar dificultades. En el caso de las urbanizaciones el planteamiento parece menos accesible, pero no hay que olvidar que ellos venden belleza natural.

- Conseguir la implicación del Ayuntamiento de Turre en el proceso restaurador de la sierra, tanto en lo que le corresponda como propietario de terrenos comunales, como en lo que toca a ordenación del territorio y normativas limitadoras de la expansión de las urbanizaciones, de la extensión de los carriles, permisos de obras y  aprovechamiento de las fuentes.

- Ampliar el conocimiento científico del área mediante la instalación de estaciones meteorológicas  dentro del área a trabajar y en sus inmediaciones, mediante el estudio e inventario de los suelos de la zona y mediante la cartografía del reparto de la vegetación.

- Contando con la implicación del Ayuntamiento de Turre, iniciar una campaña de educación ambiental, buscando la concienciación de los habitantes sobre los valores naturales de Sierra Cabrera y sobre la estrecha dependencia que el desarrollo futuro tiene de su conservación.

6.2 EJECUCIÓN DE LAS ACTUACIONES

            En función de las negociaciones con los distintos propietarios se establecería un inventario de fuentes y nacimientos, orillas de barrancos, zonas de cultivos abancalados y otras posibles zonas de actuación en la falda de la sierra, de manera que las actuaciones a efectuar señaladas previamente como A), B) y C) puedan efectuarse conjuntamente. Los meses idóneos para efectuar los trabajos serían desde Noviembre hasta Febrero.

A) Recuperar y restaurar las fuentes y nacimientos del área en estudio, con pequeñas obras conducentes a aflorar sus caudales en las mejores condiciones de mantenimiento, y dejar libre su escorrentía original por acequias, cultivos, laderas y barrancos.

            Se puede hacer con pequeñas cuadrillas de operarios (8 a 10), y dado que hay acceso por carriles a las cercanías de la  mayoría de las fuentes y nacimientos, no plantea problemas el traslado de las herramientas y utillaje (incluida una hormigonera) en un pequeño camión con grúa. En algunos casos puede merecer la pena la utilización de caballerías para acercarse a los nacimientos.

            Habría que limpiar el exceso de vegetación en la zona, resolver derrumbes y desplomes, y aflorar en lo posible el caudal disponible. En la mayoría de los casos existen pequeñas balsas o albercas y abrevaderos que habría que restaurar dentro de lo posible, y en caso de ausencia construirlas, para regular el caudal. En muchos caso, con poco esfuerzo y costo se pueden reactivar acequias y antiguos pasos de agua para riego de los cultivos abancalados.

            En los casos de aquellas fuentes captadas y entubadas para suministro de cortijos o de urbanizaciones, habría que intentar llegar a algún acuerdo con los usuarios para conseguir establecer un sistema de rebose en el propio nacimiento, de manera que las aguas sobrantes al menos, siguieran su escorrentía natural. 

B) Reparar y restaurar balates en las zonas de cultivos abandonados, especialmente en aquellos casos en los que se han iniciado procesos erosivos de abarrancamiento. Al par que se efectúan los trabajos de restauración en fuentes y nacimientos se pueden abordar trabajos de restauración de balates en zonas de cultivos abandonados, centrándose en aquellos lugares en los que la erosión ha producido ya heridas significativas. En algunos caso será necesaria la construcción de pequeños diques de mampostería en los barrancos.

            En términos generales a la mayor parte de los sitios se puede acceder por los carriles, con lo que el transporte de operarios, herramientas y utillaje se resolvería como en el caso anterior con una pequeña camioneta. En este caso también podría ser útil un tractor-transporte de pequeño tamaño (tipo “chispín”) para el movimiento de los bloques y piedras a utilizar en la reparación.

            En el caso de que fuera necesario aportar bloques y piedras para la restauración de los balates y la construcción de los diques, sería necesario el servicio de un pequeño camión volquete. 

C) Aprovechar estas zonas de cultivos, cercanas a fuentes, nacimientos y barrancos para replantar  vegetación que favorezca la retención del suelo. En este caso también sería necesario el acuerdo con los propietarios para, en función del uso que fueran a dar a sus terrenos, acordar qué zonas abancaladas quedaban para ser cultivadas y qué zonas se podían revegetar con plantas autóctonas. En todo caso se trataría de defender las orillas de los barrancos de la erosión mediante la plantación de álamos, olmos, morales, higueras, granados, cañas y adelfas. En las zonas abancaladas se pueden plantar olivos y/o almendros, si son de interés para el propietario.

            En aquellas zonas abancaladas abandonadas hace tiempo, y que no presentan interés agrícola para los propietarios, se pueden plantar especies tales como almeces, aladiernos, lentiscos y alfónsigos, encinas, acebuches, algarrobos y coscojas en función de la naturaleza y calidad del suelo y de la altitud. Ocasionalmente se podrían aprovechar estos bancales para introducir en zonas protegidas, con suelo adecuado y con permanente aporte de humedad algunos pies de quejigo y de alcornoque.

            Para estas labores sería necesaria la utilización de una pequeña máquina perforadora- plantadora, de las que se usan en las plantaciones de almendros, que conectada a un tractor pequeño de tipo “mula mecánica” permite abrir agujeros cilíndricos de hasta 40 - 50 cm de profundidad, y que se puede desplazar fácilmente por terrenos angostos y empinados sin dañar demasiado la vegetación ya existente. En algunos casos, dada la dificultad de acceso, los orificios de plantación deben de hacerse a mano, con azada y pico, para lo cual puede ser de gran ayuda el apoyo de caballerías. Así mismo puede ser necesario el uso de una o varias cisternas de pequeño tamaño para disponer de agua con la que asentar y asegurar las plantaciones.

            La realización de las obras en los carriles de la sierra pueden efectuarse en cualquier momento a lo largo del año, aunque las plantaciones y/o siembras complementarias deberían hacerse en temporada invernal (Noviembre a Febrero). 

D) Efectuar obras de mejora en los carriles que surcan la sierra (Mapa 5). Dado el principal objetivo del proyecto, no se trata de mejorar firmes o modificar trazados, sino fundamentalmente reparar y evitar las heridas erosivas en la ladera, para lo que habrá que corregir los taludes o reforzarlos mediante pequeños contrafuertes, y asegurar los correctos drenajes mediante cunetas adecuadas y los correspondientes sumideros y diques que eviten el abarrancamiento. En algunos casos los taludes pueden protegerse con la plantación de especies arbustivas de crecimiento rápido, de acuerdo con la altitud y la naturaleza del sustrato (adelfas, genistas, retamas, aulagas o gallombas). También es posible en algunas zonas utilizar para este fin especies arbóreas como algarrobos, chopos o almeces.

            Previamente a esta acción, para la que la colaboración y acuerdo del Ayuntamiento de Turre es imprescindible, sería obligada la definición de la red de carriles realmente necesarios y utilizables, así como de aquellos que debieran cerrarse y abandonarse. En el caso de los carriles ya abandonados, o de aquellos que se decida abandonar, habría que revisar su trazado y corregir y evitar con pequeñas obras y movimientos de tierras, los abarrancamientos que ofrezcan peligro para la estabilidad de las laderas y de los suelos, y asegurar su no transitabilidad mediante zanjas o barreras de tierra. En algunos casos, en que los carriles abandonados son subhorizontales se pueden roturar y sembrar con especies arbustivas (genistas, retamas, aulagas, estepas, matagallos), o incluso efectuar plantaciones de coscoja, encina o algarrobo.

            En función de un inventario concreto de las actuaciones a realizar será necesario contar con una retroexcavadora, un volquete, cisternas para agua, y material de albañilería semejante al descrito en las actuaciones ya expuestas. En este caso también pueden hacerse las obras con pequeñas cuadrillas de operarios (8 a 10 personas).


            En función de las conversaciones con los propietarios, y de las posibilidades de actuación sobre terreros concretos, se elaboraría un inventario de áreas en las que la recuperación de la vegetación autóctona tras el incendio está más atrasada o aún no se ha iniciado, y en las que se pueda ejecutar la actuación E). Las áreas en las que se llevarían a cabo labores de mejora y revegetación, según nuestros cálculos no superarían las 100 Ha. La época ideal para efectual las labores sería también en este caso la temporada invernal, de Noviembre a Febrero.

E) Favorecer la recuperación de la cubierta vegetal en las zonas que aún muestran un mayor impacto del efecto del incendio. Fundamentalmente se actuaría en la parte septentrional del área en estudio, en los terrenos en los que afloran los sedimentos del Mioceno Medio (Mapa  2), y en algunos rodales dispersos a media altura, en las filitas y cuarcitas alpujárrides de la ladera de Sierra Cabrera.

            La zona de sedimentos del Mioceno Medio, al Norte del Cerro Pilica, es la que muestra un menor grado de recuperación tras el incendio, probablemente por razones climáticas, litológicas y de falta de aportes hídricos desde la ladera de la sierra. Por otro lado presenta la ventaja de ser una zona de menor relieve y pendiente (Mapas 1 y 4), y contar con abundantes (excesivos) carriles de acceso.

            Los rodales a trabajar entre las filitas serían aquellos que dispusieran de acceso fácil, y mostraran baja recuperación natural de la vegetación e indicios de abarrancamiento.

            En ningún caso se pretende plantear un proceso de repoblación masiva, con abancalamiento de laderas y uso intensivo de maquinaria. La actuación consistiría en tres tipos de labores:

            - Pequeñas obras puntuales de control de barrancos (algunos pequeños diques) y de equilibrio de laderas (especialmente en el caso de los rodales de filitas).

            - Mejorar, hasta donde sea posible, los aportes hídricos a la zona, a partir de fuentes o de la escorrentía natural. En este sentido sería muy interesante que no todo el agua de las fuentes ya capturadas por las urbanizaciones de Cabrera, Pilica y Cjo. Grande, fuera utilizada para el consumo (más o menos racional), sino que una parte de ella, se dejara correr de modo natural.

            - Plantación y siembra en zonas concretas con especies adecuadas para favorecer el desarrollo de la cobertera vegetal normal.

            En la parte septentrional, más baja, del área en estudio, donde afloran los sedimentos del Mioceno Medio, se podría replantar la pequeña parcela quemada de pino carrasco de repoblación (Mapa 3), y al mismo tiempo plantar nuevos rodales, no muy extensos y dispersos de pino carrasco, especialmente al pie del contrafuerte calcáreo del Cerro Pilica, donde las pendientes son más fuertes y el peligro de erosión del suelo máximo.

            En los suelos cercanos a los cursos de los barrancos que cruzan esta zona podrían plantarse algarrobos, almendros, olivos y acebuches, y tal vez algún álamo, y completar la vegetación de las orillas con adelfas, cañas y mirtos. En las zonas más retiradas de los cauces se pueden plantar azofaifos, lentiscos, acebuches, espinos (Rhamnus lycioides) y núcleos de palmitos (aunque los palmitos son ignífugos y en general se han repuesto bien tras el incendio); incluso se puede intentar la plantación de algunas coscojas. En otras zonas se pueden efectuar siembras de retamas, esparto, tomillo, romero, Heliantemun, marrubio, ballota, espárragos y aulagas.

            En los rodales de filitas y cuarcitas alpujárrides a trabajar, se intentarán en función de la altitud, plantaciones de retamas, lentiscos, olivos y acebuches y aladiernos, y siembras de albaidas, espartos (Lygeum), o jaras (Cistus crispus).


            En ningún caso se pretende la repoblación homogénea y monoespecífica de las áreas de trabajo, de manera que las especies utilizadas deben entremezclarse, acercándose en lo posible a sus pautas naturales de crecimiento. Por esta razón el trabajo debe de hacerse manualmente, o como mucho con la ayuda de un pequeño tractor-perforadora, limitando al máximo la extensión de las roturaciones para siembras. Es preferible conseguir que los trabajos se centren en los emplazamientos concretos que por razones de suelo, orientación o humedad, ofrecen mejores perspectivas de éxito, antes que efectuar labores extensivas, pero más descuidadas, en toda el área.

            En cuanto a material necesario, bastaría con material semejante al mencionado en las actuaciones A), B) y C), es decir un pequeño camión volquete, hormigonera, un pequeño tractor- perforadora y una o varias cisternas de pequeño tamaño. También en este caso la mano de obra podría suplirse con una cuadrilla de 8 a 10 personas.

            La siguiente actuación, es básica para el éxito del proyecto presente y de otros de más amplitud que puedan plantearse en el futuro, pues de ella depende la colaboración y el apoyo necesario por parte de propietarios y de ciudadanía en general. Esta actuación debería iniciarse bastante antes en el tiempo que el resto de las actuaciones, y debería contar ya con el apoyo explícito de al menos el Ayuntamiento y a ser posible la Diputación Provincial. Una vez iniciada,  debería prolongarse de modo continuado durante el desarrollo de las actuaciones.
               
F) Iniciar una campaña a nivel municipal e institucional encaminada a conseguir el reconocimiento generalizado de los valores ecológicos, paisajísticos, hidrológicos, y económicos que encierra Sierra Cabrera,  y que permita el establecimiento de normativas favorecedoras de su protección, compatibles con un equilibrado aprovechamiento de sus recursos.

            Entre las actividades que se proponen para conseguir este fin habría que señalar:

            - Organización de ciclos de charlas y conferencias de expertos e investigadores sobre los valores ecológicos, geológicos, paisajísticos, históricos y medio ambientales de Sierra Cabrera, y su valoración a la hora de planificar un futuro desarrollo sostenible. Si bien estas actividades deberían tener como escenario la localidad de Turre, deberían publicitarse en todos los núcleos del término municipal, especialmente los serranos, y en las localidades de la comarca.

            - Realización de exposiciones sobre temas relacionados con el patrimonio natural e histórico de Sierra Cabrera. Estas exposiciones deberían exhibirse, total o parcialmente, además de en el propio Turre, en los núcleos turísticos de la Sierra (Cortijo Grande, Cabrera, casas rurales...)  y de la costa (Mojácar, Garrucha) durante la temporada de máxima afluencia (primavera y verano).

            - Campañas escolares enfocadas en el mismo sentido, a desarrollar en los centros de Enseñanza Primaria de la localidad, y en los centros de Enseñanza Secundaria de la comarca.

            - Planificación de actividades lúdicas y recreativas, especialmente orientadas a jóvenes, con recorridos, acampadas y excursiones a pie por los lugares más significativos de la sierra.

            - Cabe la posibilidad de iniciar un movimiento de revalorización de los productos que aún se cultivan y recogen en la sierra de modo tradicional, para lo cual podría ser válida la fórmula de  uno o dos días de mercado al año dedicados especialmente a estos productos.

            Por fin, cabe añadir de modo opcional una actuación más, encaminada no ya a la recuperación estricta del área incendiada en 1999, sino a la meta más ambiciosa de recuperar la degradación que a lo largo de los siglos ha sufrido Sierra Cabrera.

G) Recuperar la degradación histórica de la sierra. A modo de experiencia se puede intentar la mejora de las actuales poblaciones residuales de alcornoques, encinas y quejigos que restan en la Sierra y de las que hay constancia que en tiempos pasados alcanzaban un desarrollo mucho mayor; así por ejemplo se conoce documentalmente la explotación del corcho de Sierra Cabrera para la construcción de aparejos de pesca hasta el S. XVIII, y la presencia de su madera en hogares de la edad del cobre.

            El objeto de esta actuación sería la plantación, por medios estrictamente manuales, en emplazamientos previamente seleccionados, con las condiciones de suelo, orientación y humedad óptimas, de varias decenas de pies aislados de alcornoques, encinas y quejigos, y su posterior control seguimiento y evaluación. Esta actuación pretende, a más de ser un pequeño paso para facilitar la supervivencia de estos monumentos naturales, servir de test para otras posibles actuaciones posteriores encaminadas al fin propuesto.

            Los ejemplares a plantar deberían proceder, si ello fuera posible en su totalidad, de bellotas recogidas en los actuales ejemplares supervivientes de Sierra Cabrera, de modo que se conservara el acervo genético modelado por la selección natural, y que se facilitara su supervivencia en las condiciones límite de temperatura y humedad que se dan en la zona. Si estos ejemplares plantados prosperasen, se constituirían ya de por sí en nuevos núcleos de expansión de la especie.

            Los alcornoques se plantarían en la cabecera del barranco de Mófar, sobre sustrato de los micasquistos nevado-filábrides. En esta zona, carente por completo de carriles ni accesos, que ha quedado prácticamente libre de la acción antrópica, es donde se conservan más pies de alcornoques autóctonos y donde la cubierta vegetal se muestra más inalterada.

            Las encinas se plantarían en distintas zonas de la línea de cumbres de la sierra, tanto sobre sustrato silíceo como calcáreo, escogiendo suelos profundos y desarrollados y zonas ligeramente umbrías.

            Los quejigos se plantarían en el curso medio del Barranco de Tiján que es donde aún quedan algunos pies autóctonos, aproximadamente entre 450 y 550 m de altitud, también buscando emplazamientos con suelos profundos, desarrollados y húmedos.

            En todos los casos la plantación se hará manualmente, accediendo a los emplazamientos a pie, y porteando los plantones, las herramientas y agua a hombros o con la ayuda de una caballería. Para ello basta con un par de personas.

6.3 TEMPORALIZACIÓN

            El desarrollo de las actuaciones propuestas podría llevarse a cabo a lo largo de un período mínimo de un año, con la condición de disponer de varias cuadrillas de operarios y equipamientos de maquinaria (al menos 2). Sin embargo parece preferible abordar los trabajos a lo largo de dos años, de modo que las actuaciones A), B) y C) se desarrollen simultáneamente a la actuación D), de manera que las labores hayan concluido antes del fin del período idóneo para las plantaciones y siembras (De Noviembre a Febrero). Fuera de este período (en verano, otoño o primavera) se pueden realizar trabajos puntuales que no conlleven plantaciones o siembras (reparaciones en carriles en uso, o restauraciones de fuentes o balates).

            En un segundo año, se abordaría la actuación E), de modo que hubiera sido posible un margen de tiempo amplio para conseguir la colaboración, más difícil a priori, de las zonas urbanizadas, y con la intención de aprovechar la experiencia adquirida previamente. Los trabajos también se llevarían a cabo en el período de Noviembre a Febrero.

            De este modo bastaría con una sola cuadrilla de operarios y un equipamiento de maquinaria. Por otro lado, la realización más pausada de las actuaciones permitiría un más cuidadoso estudio y selección de las zonas a trabajar y de las labores a realizar en cada caso.

            La actuación F) debería iniciarse al menos 6 meses antes del inicio de las obras, o mejor aún en la primavera previa al otoño en que se inicien los trabajos.

            La actuación G) que sólo requeriría del trabajo de un par de personas (y una caballería) durante unos cuantos días (de 5 a 7), se podría efectuar en el invierno del segundo año de desarrollo del proyecto, o aún con posterioridad, de manera que se pudieran recoger en el primer año las bellotas de los ejemplares autóctonos y proceder a la consecución de plantones con la suficiente garantía de supervivencia.


7º) SEGUIMIENTO, CONTROL Y EVALUACIÓN

            El seguimiento debe ser continuo mientras dure la ejecución del proyecto, incluso en los períodos en los que los trabajos queden interrumpidos, con visitas semanales o quincenales a las zonas de actuación. Al final del primer año de ejecución del proyecto se debe de elaborar un informe - resumen de lo efectuado, con conclusiones, críticas y recomendaciones para la nueva campaña y para posteriores iniciativas.

            Una vez concluidos los trabajos, se elaborará un nuevo informe - resumen con la valoración de los objetivos conseguidos y el análisis de los problemas planteados en la realización de las actuaciones.

            El seguimiento de la evolución del medio natural en la zona de actuación debe mantenerse al menos en los 5 años siguientes, mediante visitas periódicas, para valorar con un cierto margen de garantías los resultados de la acción. A los 5 años se elaborará una memoria final que recoja los logros alcanzados, los fallos y fracasos detectados, así como su causa, y las recomendaciones para el mantenimiento y mejora de lo conseguido.


8º) ANEXO SOBRE LAS LABORES DE PLANTACIÓN Y SIEMBRA

            La distribución de las especies, su densidad y estructura deben diseñarse de manera que, una vez realizada la repoblación, se precise de la menor intervención posible del hombre. Los tratamientos silvícola, cuidados culturales y demás actuaciones de mejora se encaminarán siempre a proteger la progresión de la vegetación, en su evolución natural hacia las formaciones más estables y considerando que estas actuaciones suponen una inversión económica que encarece los trabajos de restauración y un aporte de energía que debe tener una rentabilidad ecológica.

            Intentaremos crear estructuras de vegetación con especies y formaciones diferenciadas y diversas, semejantes a las ya existentes antes del incendio. La variedad en las formaciones vegetales y la diversidad de especies favorece la regeneración edáfica, contribuye a la estabilidad de los ecosistemas y disminuye el riesgo de plagas.

            El trabajo de revegetación expuesto en las acciones C), D), E) y G) utilizará técnicas de siembra o plantación según cuando sea más adecuada cada una; a groso modo se puede decir que utilizaremos la plantación siempre en especies de porte arbóreo y arbustivo de mayor talla, y siembra, en el matorral más bajo, a restaurar sólo en las zonas más degradadas.

            Una vez hecho el inventario detallado de las zonas en las que se llevarán a cabo las actuaciones, se decidirán las especies concretas que se van a utilizar, en función de litología, tipo de suelo, orientación, altitud y posibles aportes hídricos. Las especies a emplear en principio serían:

C)
adelfas (Nerium oleander)
aladiernos (Rhamnus alaternus)
alcornoque (Quercus suber), ocasionalmente
algarrobos (Ceratonia siliqua)
almeces (Celtis australis)
almendros (Prunus dulcis)
cañas (Arundo donax)
chopos (Populus alba y P. nigra)
coscojas (Quercus coccifera)
encinas (Quercus ilex)
granados (Punica granatum)
higueras (Ficus carica)
lentiscos y alfónsigos (Pistacia lentiscus)
morales (Morus alba y M. nigra)
olivos y acebuches (Olea europaea)
olmos (Ulmus minor)
quejigo (Quercus faginea), ocasionalmente

D)
adelfas (Nerium oleander)
algarrobo (Ceratonia siliqua)
algarrobos (Ceratonia siliqua)
almeces (Celtis australis)
aulagas (Ulex sp. y Callicotome sp.)
chopos (Populus alba y P. nigra)
coscoja (Quercus coccifera)
encina (Quercus ilex)
estepas (Cistus albidus)
gallombas (Spartium junceum)
genistas (Genista sp.)
matagallos (Phlomis purpurea)
retamas (Retama esphaerocarpa)

E)
adelfas (Nerium oleander)
aladiernos (Rhamnus alaternus)
albaidas (Anthyllis cytisoides)
algarrobos (Ceratonia siliqua)
almendros (Prunus dulcis)
aulagas (Ulex sp. y Callicotome sp.)
azofaifos (Ziziphus lotus)
ballota (Ballota hirsuta)
cañas (Arundo donax)
chopos (Populus alba y P. nigra)
coscojas (Quercus coccifera)
espárragos (Asparragus alba y A. horridus)
espartos (Lygeum spartum,  Stipa tenacissima)
espinos (Rhamnus lycioides)
Heliantemun sp.
jaras (Cistus crispus).
lentiscos (Pistacia lentiscus)
marrubio (Marrubium vulgare)
mirtos (Myrtus communis)
olivos y acebuches (Olea europaea)
palmitos (Chamaerops humilis)
pino carrasco (Pinus halepensis)
retamas (Retama sphaerocarpa)
romero (Rosmarinus officinalis)
tomillo (Thymus hyemale)

G)
quejigos (Quercus faginea)
encinas (Quercus ilex)
alcornoques (Quercus suber)

                        La base de obtención del material más habitual ha de ser viveros en el caso de plantones, y semilleros o bancos de germoplasma, en el caso de semillas para siembra. Dado que no es segura la disponibilidad de plantones y/o semillas de todas las especies indicadas, habrá que replantear en cada caso el tipo de especies a utilizar en función de las disponibilidades. Se procurará no introducir especies o variedades no presentes en la zona..En el caso de los quejigos y alcornoques, se procurará conseguir plantones a partir de bellotas de los árboles existentes en la zona de estudio, con objeto de mantener las características genéticas de adaptabilidad a las condiciones climáticas y de suelo, ya que como se ha dicho antes, recientes estudios revelan la existencia de estas comunidades vegetales al menos desde la edad del cobre.

Labores de revegetación:

a) Desbroce:

            Debe ser muy reducido, limitándose a un pequeño aclarado en rodales en las zonas seleccionadas para plantación y/o siembra, con objeto de evitar que las malas hierbas perjudiquen el crecimiento de las nuevas plantas.

            El trabajo se realizará a mano con la ayuda del instrumental adecuado, sin necesidad de la utilización de ninguna máquina en esta labor.

b) Preparación del suelo:

            Su objetivo será el facilitar el arraigo de los plantones y mejorar las condiciones edáficas. Esencialmente consistirá en la ejecución del hoyo para la plantación, que debe adaptarse a las peculiaridades concretas del lugar escogido. Puede ser útil labrar el terreno en su alrededor (1 m) para favorecer la percolación del agua y el desarrollo de las raíces, así como preparar un cerco para favorecer la recogida del agua de lluvia.

            En el caso de siembra puede procederse a un pequeño labrado con una reja poco profunda, siempre que la pendiente del terreno lo permita sin dar origen a problemas de erosión.

c) Época de plantación y siembra. Aportes hídricos iniciales.
           
            Tanto la plantación como la siembra requieren en mayor o menor grado un aporte hídrico inicial que cumple diversas funciones:

            - Asienta el suelo sobre las raíces de los plantones y sobre las semillas.
- Aporta la humedad necesaria para que el plantón inicie su actividad y sus raíces busquen el nuevo suelo de su entorno. En el caso de las semillas puede iniciarse el proceso de germinación.
- Aporta una mínima reserva de humedad para la supervivencia de la planta en caso de ausencia de precipitaciones.

            Este aporte hídrico  inicial, en algunos casos, especialmente cuando se trata de plantones, puede hacerse con la ayuda de una o varias cisternas, transportables con pequeños camiones o tractores, y en su caso con caballerías o incluso a hombros. Es más difícil de lograr en el caso de las siembras, ya que la superficie a regar puede ser inabarcable. Además en el caso de las siembras puede ser beneficioso que las semillas “duerman” un tiempo en el terreno antes de su germinación. Así pues tanto la plantación como la siembra han de efectuarse en la temporada fría, para evitar la sequía, y a ser posible previamente a algún período de lluvias, que aporte el necesario riego inicial.

            Las lluvias de Octubre o de primeros de noviembre en la zona, no se presentan todos los años, siendo a veces Octubre un mes muy seco, y además, cuando se presentan suelen ser torrenciales, pudiendo desenterrar los plantones y arrastrar las semillas, por lo que la mejor época para las labores de plantación y siembra estimamos que debería ser de Noviembre en adelante, de manera que no hay riesgo de sequía y la plantas puedan aprovechas las lluvias, más suaves de invierno o de primavera. Las labores de plantación y siembra deberían haber concluido en Febrero, puesto que si se hacen más avanzada la estación puede que las lluvias de primavera no se presenten y las plantas  se pierdan por sequía.



d) Plantación:

            Los hoyos se realizarán con ayuda de una pequeña máquina perforadora, siempre que pueda acceder al lugar. En caso de que no fuera posible, los hoyos se realizarán manualmente, con pico y azada. El tamaño de los hoyos será en todo caso de un diámetro cercano a los 50 cm y 40 cm de profundidad, y el relleno del hoyo se procurará que sea de tierra suelta, de manera que se facilite el enraizamiento del plantón. Cabe destacar que la máquina ha de ser lo suficientemente pequeña y liviana como para despreciar el impacto que potencialmente causaría en el medio.

            Al realizarse selectivamente la plantación trataremos con zonas dispersas en el espacio y por tanto habremos de ordenar la acción según cercanía de unos lugares y otros para no desaprovechar el tiempo, para esto se habrían de trazar sobre el mapa los itinerarios a seguir y las zonas a tratar cada jornada. La máquina perforadora habrá de comenzar el trabajo unos días antes con objeto de que  su labor vaya por delante de la cuadrilla que efectúa la plantación.

            La distribución de la plantación variará en función de la zona a trabajar. Se procurará adaptar el tipo de especies a las peculiaridades concretas de litología, altitud, tipo de suelo, pendiente, y posibilidad de aportes hídricos. Se entremezclarán las especies y se procurará mantener la necesaria separación entre plantón y plantón. En todo caso se tendrán en cuenta los problemas que para la escorrentía natural pueden suponer los trabajos de plantación, evitando la generación de heridas erosivas. En las pendientes y laderas se colocarán los plantones salteados, intentando adaptarse a la morfología del terreno y defendiendo las curvas de nivel para evitar la erosión.

            Se preferirá, siempre que sea posible, la plantación de plantones con cepellón y al menos de 2 ó 3 savias, para asegurar su éxito. Así mismo, los plantones han de protegerse, al menos durante el primer año mediante algún tipo de protector (rejilla o plástico perforado biodegradable) para dificultar la acción de depredadores o del viento.

Ventajas del método de plantación:


- Mayor probabilidad de éxito en la repoblación de medios difíciles, pues las plantas de 1, 2 ó 3 savias son más resistentes a los riesgos meteorológicos que las plántulas recién nacidas.
            - Ganancia de tiempo equivalente a la edad de las plantas introducidas.
            - Ocupación más rápida y regular del terreno.
            - Se hace más fácil mezclar especies.
- Menor coste de los cuidados culturales. En función de la densidad de plantación se puede demorar la primera clara a los 20 años o más

e) Siembra:

            Las cuadrillas de trabajadores se repartirán de manera que la mitad estará desbrozando y preparando el terreno,  mientras el resto reparte las semillas en pequeños huecos o zanjas lineales, siguiendo las curvas de nivel, cavados a mano, en los que se distribuirán al azar las semillas, respetando las limitaciones de las especies (pendiente, suelo, etc...). En algunos casos, en emplazamientos horizontales en los que se pueda efectuar una suave labor de arado, se pueden esparcir las semillas “a boleo”, pasando a continuación una pequeña “bina”.

            Se procurará sembrar en cada zona un surtido variado de semillas de las especies adecuadas, adaptándose a las peculiaridades del terreno y tratando de conseguir un reparto de la vegetación similar al existente previamente. El número de semillas a depositar debe ser elevado, previendo así compensar la actuación de depredadores o parásitos.

            En todo caso hay que procurar que el enterramiento de las semillas no sea excesivo, pues ello podría hacer inviable su germinación. Así mismo hay que evitar sembrar en lugares donde el tránsito de máquinas o animales, por pisoteo, vaya a endurecer el suelo, impidiendo el nacimiento y brote de las semillas.

f) Protección de las áreas revegetadas

            Aparte de las protecciones individuales para los plantones, ya comentadas más arriba, las áreas en las que se han efectuado las plantaciones y siembras deben protegerse en mayor o menor grado de la posible acción de maquinaria, o del pastoreo, de manera que se debe llegar al acuerdo con los posibles usuarios de la zona para limitar estas actividades y en lo posible el tránsito de personas y animales, de manera que los plantones y semillas sufran el mínimo de agresiones posibles.
           



           
           
           



           




   





9º) BIBLIOGRAFÍA

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